Los Miserables
Todavía recuerdo cuando me enteré, y me sentí tonta, de que se pronunciaba 'yan' y no 'yin-valyin'... ahh... esos webeos mentales. Jean Valjean ha muerto hace unos días, tres para ser exacta. Confieso que me sentí triste, como si mi compañero de viaje hubiese desaparecido, y bueno, fue algo así, ¿no? un personaje que te acompaña todas las noches, algunas mañanas perezosas y otras tardes en que te puedes escapar de la rutina, se convierte en tu compañero, en un mudo testigo de lo que te pasa durante el tiempo que duran sus páginas. Recuerdo cuando empecé el primer tomo. Estaba entusiasmada porque por fin leería al gran Victor Hugo, a ese que me presentaron en un libraco de literatura en algún grado de primaria. La experiencia fue alucinante. No tengo más palabras para describirlo. Aquí una de las partes que más me conmovieron: la muerte de Fantine...
Siento que el libro me dejó una desazón hacia la realidad, el mundo real que vivimos los limeños, no hablemos ya de peruanos porque la vida es totalmente distinta en las provincias (hasta podría decir que el Perú es todo menos Lima). Esa idea de que la sociedad es la única culpable de corromper al hombre, de volverlo miserable... no lo sé. Quizá, como me dice el gato, es solo literatura, y romántica, como le llaman. No dejo de pensar en esa tia miserable que toca el claxon de su movilidad escolar a las seis y media de la madrugada, gritando "¡¡Jessica!! ¡¡Jessica!!", en lugar de bajarse de su lindo carro decorado con un conejo de Nesquik y tocar el timbre de la niña que vive en el quinto piso de mi edificio. También pienso en ese ladrón que me asaltó hace varios años: "conchatumadre dame tu celular, mierda, que te reviento la cabeza"... ¡aaah! estos sí que son miserables, piensan que todo les pertenece, que no existe nadie más a su alrededor. Son nuestros limeños autistas, y ni siquiera, porque los autistas no le hacen daño a nadie a propósito. Y además son genios, (justo acabo de leer en un texto de W. James: mientras más genio, más desequilibrado. Pero eso ya es otro rollo). A lo que voy es que hay limeños bien payasos, bien miserables, que no merecen perdón ni comprensión de nadie porque ni siquiera se dan cuenta de que existe un otro, que habemos personas que necesitamos esa media hora de sueño antes de correr con el reloj de un lado para otro (rica herencia provinciana).
Después de leer Los Miserables, esa palabra ha tomado otro sentido. Miserable ya no es miserable. El miserable de Victor Hugo es uno que tiene historia, que tiene alguna razón para hacer lo que hace. El miserable limeño es cualquier cosa, ni siquiera llega a ser miserable. Es el más miserable de los miserables. Tendré que buscarles otro nombre.
Siento que el libro me dejó una desazón hacia la realidad, el mundo real que vivimos los limeños, no hablemos ya de peruanos porque la vida es totalmente distinta en las provincias (hasta podría decir que el Perú es todo menos Lima). Esa idea de que la sociedad es la única culpable de corromper al hombre, de volverlo miserable... no lo sé. Quizá, como me dice el gato, es solo literatura, y romántica, como le llaman. No dejo de pensar en esa tia miserable que toca el claxon de su movilidad escolar a las seis y media de la madrugada, gritando "¡¡Jessica!! ¡¡Jessica!!", en lugar de bajarse de su lindo carro decorado con un conejo de Nesquik y tocar el timbre de la niña que vive en el quinto piso de mi edificio. También pienso en ese ladrón que me asaltó hace varios años: "conchatumadre dame tu celular, mierda, que te reviento la cabeza"... ¡aaah! estos sí que son miserables, piensan que todo les pertenece, que no existe nadie más a su alrededor. Son nuestros limeños autistas, y ni siquiera, porque los autistas no le hacen daño a nadie a propósito. Y además son genios, (justo acabo de leer en un texto de W. James: mientras más genio, más desequilibrado. Pero eso ya es otro rollo). A lo que voy es que hay limeños bien payasos, bien miserables, que no merecen perdón ni comprensión de nadie porque ni siquiera se dan cuenta de que existe un otro, que habemos personas que necesitamos esa media hora de sueño antes de correr con el reloj de un lado para otro (rica herencia provinciana).
Después de leer Los Miserables, esa palabra ha tomado otro sentido. Miserable ya no es miserable. El miserable de Victor Hugo es uno que tiene historia, que tiene alguna razón para hacer lo que hace. El miserable limeño es cualquier cosa, ni siquiera llega a ser miserable. Es el más miserable de los miserables. Tendré que buscarles otro nombre.
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